EL CLUB BILDERBERG ( SOCIEDADES SECRETAS )

Situado en un altillo de una campiña de Oosterbeck, al noreste de Holanda, se erige el Hotel de Bilderberg, en este hotel fue concebido en 1954 el club que acaba de cumplir 50 años.

El principal gestor del Club Bilderberg, fue el rey Bernardo de Holanda, padre de la actual Reina Beatriz, resolvió convidar a los más poderosos ciudadanos y gobernantes del hemisferio Occidental, con el objetivo de fortalecer la unidad atlántica, frenar el expansionismo comunista de la unión soviética, fomentar la cooperación y el desarrollo de los países del área occidental, trazando una política adecuada, con el apoyo de los banqueros Rotschild, Rockefeller y Kissinger, de cuya directiva, bautizada por alguien como ¨ los sumos sacerdotes del capitalismo ¨ siguen siendo conspicuos miembros.

Un club selecto

Corría el año 1954 y Europa se recuperaba lentamente de la tragedia vivida a causa de la Segunda Guerra Mundial. El dinero procedente de Estados Unidos y su poderosa industria hicieron posible que países como Francia, Holanda, Bélgica, Alemania o Italia dispusieran de una clase media resurgida de las cenizas y con dinero para gastar en productos fabricados en esos países. Se hacía necesario fortalecer este clima y estrechar lazos entre Europa y Norteamérica en una época en la que el término "Guerra fría" lo decía todo. El mundo estaba dividido en dos partes y cada una de ellas obedecía, fielmente, a un doctrinario esencial para la supervivencia: capitalismo frente a comunismo.
El príncipe Bernhard de Holanda supo sacar provecho de esta situación y cursó las necesarias invitaciones para una primera reunión de un grupo de personajes que tenían en común dinero, poder, influencia en sus respectivos países y su innegable anticomunismo. Debatir sobre el presente y diseñar el futuro de Europa primero y del mundo después se antojaba una labor apasionante. El hotel Bilderberg, situado en la ciudad holandesa de Oosterbeck, fue escenario de la primera reunión del grupo al que, en un primer momento, acudieron también diversas personas ligadas en el pasado al nazismo. El propio príncipe Bernhard fue señalado en la prensa holandesa por haber pertenecido como oficial a las SS y al partido fundado por Adolf Hitler.
"La franqueza es la regla de oro", señala el belga Etienne Davignon, presidente del comité organizador, que tiene claro que "si Bilderberg es un éxito se debe a que nadie molesta a nadie; cada participante juzga útil escuchar una cosa distinta de la que está acostumbrado a oír".
Es curioso observar que los participantes a estas reuniones lo hacen a título personal, no en representación de países o corporaciones. Una característica que enfatiza, aún más, sobre el carácter del Club Bilderberg y su filosofía: "ya que los gobiernos son incapaces de llegar a acuerdos en los grandes asuntos nadie mejor que la iniciativa particular para lograr este fin". David Rockefeller, participante en todas las reuniones desde que el club se fundara en 1.954 y fundador de la Comisión Trilateral declaraba a la revista Newsweek en febrero de 1.999: "Algo debe reemplazar a los gobiernos y el poder privado me parece la entidad adecuada para hacerlo".
Los asistentes a la reunión anual del club nunca revelan que ellos están asistiendo, aunque en los últimos años y gracias a la prensa independiente, es posible detectar la presencia de alguno de ellos. Gracias a ese esfuerzo se ha logrado conocer la asistencia de Juan Luis Cebrián, grupo Prisa; Paul Wolfowitz, presidente del Banco Mundial; Donald Rumsfeld, secretario de Defensa de Estados Unidos; David Rockefeller, banquero millonario fundador de la Comisión Trilateral y ex responsable de la Chase Manhattan Bank, Henry A. Kissinger, ex secretario de Estado de los EEUU y artífice del golpe de Estado contra Salvador Allende en Chile; Alan Greenspan, gobernador del Banco de la Reserva Federal de Estados Unidos. Tampoco faltan personajes como Jaap de Hoop Scheffer, secretario general de la OTAN; el actual director gerente del Fondo Monetario Internacional, Rodrigo Rato, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, los directivos de France Telecom, la Coca-Cola, The Wall Street Journal, el consejero de Relaciones Públicas de Tony Blair, la Banca Morgan, el gobernador del Banco de Francia, Giovanni Agnelli (presidente de la Fiat, uno de los principales bilderbergers hasta que falleció hace ahora un año), el norteamericano Steve Case (AOL Time Warner), Karl Otto Pöhl (ex presidente del Bundesbank), James Wolfensohn (presidente del Banco Mundial), Paul Wolfowitz; el ex presidente francés Valery Giscard D’Estaing (artífice del proyecto de Constitución Europea), por citar sólo algunos de los que han acudido y siguen acudiendo a tan selecto club, una prueba más de que a la hora de decidir sobre los asuntos internacionales los países cuentan menos que las multinacionales.
Agenda extensa
En las secretas reuniones que se celebran un fin de semana cada año en un lugar diferente del mundo se tratan temas importantes para el mundo. Desde la guerra de Irak, la lucha contra el terrorismo o la caída del dólar, hasta de genéricos o el sida, como ocurrió en la reunión de 2003 en Versalles (Francia), que contó con invitados de excepción como primeros ministros, miembros de la realeza europea o jueces.
Otro de los temas que tratarán en la reunión de este año será el desempleo. En ella, escribe Estulin en Época, el primer ministro holandés, Jan Meter Balkenende, propondrá borrar de la "memoria colectiva" la palabra ‘jobless’ (sin trabajo en inglés) y sustituirla con la expresión "entre dos empleos".
Además tiene previsto promover la iniciativa del "Nuevo Orden Mundial hecho a medida Americana", según sus propias palabras. Una postura del primer ministro holandés perfectamente entendible si tenemos en cuenta que apoya la guerra contra el terrorismo de la Administración Bush.
Pero la agenda de los Bilderberg es mucho más amplia. Pretenden promocionar acuerdos económicos como hicieron con el Tratado de Libre Comercio (TLC) de América del Norte o el Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (precursor de la Organización Mundial del Comercio). Apuestan por tres monedas universales como consecuencia del proceso natural de integración planificado hace años por la elite globalista: el euro para Europa, el dólar para el futuro mercado de las Américas -a través de extender el TLC por todo el continente- y otra para la unión Asia-Pacífico.
Quieren amortizar la fiscalidad para que los países con mayores impuestos puedan competir con aquellos en los que la tributación es menor. Forzando que la presión fiscal de países como Estados Unidos aumenten con el objetivo de permitir que el impuesto del 58% en Suecia sea competitivo.
Además, defienden la transparencia de las cuentas bancarias y las tarjetas de crédito, y la creación de un Ejército mundial vigilante. Hasta entonces ya elucubran una base global de datos que identifique a cada individuo; dentro de una iniciativa mayor, una Ley de Seguridad universal.
Entre los asuntos a resolver destaca el militarismo estadounidense, la guerra de Irak o la posición británica con respecto al euro. El tirón de orejas a Tony Blair en Versalles fue subsanado con el nombramiento del británico Peter Mandelson como comisario europeo de Comercio Exterior, que además tendrá la difícil tarea de promover el europeísmo entre los británicos y adoptar de una vez la moneda continental.
Con respecto a la OTAN, los Bilderberg han extendido sus intereses al Golfo, Serbia, Bosnia, Kosovo, Siria, Corea del Norte, Afganistán... Dentro de una estrategia que consiste en crear tensiones en naciones cerradas cultural y religiosamente, que conducen a estados de guerra y hostilidades perpetuas que utilizan para justificar medidas de emergencia nacional en los tiempos de paz. "El objetivo es maximizar el beneficio industrial de miembros del Club vendiendo al mismo tiempo las armas y la mantequilla", escribe Daniel Estulin.
En fin, estamos ante una visión de la democracia teledirigida. Y no sólo puesta en práctica por los Bilderbergs. El Bohemia Club, la Comisión Trilateral o el Club de Roma aparecen como ramificaciones donde el gran poder negocia las políticas globales a la sombra de los debates públicos.
Todas estas organizaciones tienen en sus manos el poder de influir sobre el curso de los acontecimientos a partir de decisiones tomadas en conclaves casi absolutamente secretos y aunque se definen como defensores de la democracia, no son electos ni actúan en representación de la sociedad sino de sus propios y concentrados intereses arrogándose el derecho de planificar el futuro mundial. Para contrarrestar las críticas y las polémicas que irremediablemente generan cuentan con eficaces departamentos de relaciones públicas que los definen como grupos o foros de estudio y debate sobre los grandes problemas que afectan a la comunidad internacional, con la imaginaria y supuesta intención de resolverlos, lo que en modo alguno puede resultar creíble teniendo en cuenta las desastrosas consecuencias que sus decisiones han provocado y siguen provocando en la mayor parte del mundo.

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